Lo que la gente no entiende de la evolución



La gente cree que la teoría de la evolución es una hipótesis, pero no lo es, es un hecho demostrado científicamente. A diferencia de la teoría de la relatividad, de Einstein, que solo algunos la entienden, la teoría de la evolución está al alcance de todos, es una idea sencilla; sin embargo, todavía muchos dudan de ella. La duda aparece casi siempre por motivos religiosos, o por el deseo de que el comportamiento humano sea producto de una construcción social. A mucha gente que acepta la teoría de la evolución la enerva las consecuencias de esta teoría, principalmente que exista una naturaleza humana. Miedo a que estemos condenados a ella y no existan mecanismos para reprimir las “malas” tendencias naturales del comportamiento.
No descendemos ni de los chimpancés ni de los orangutanes ni de los gorilas; las cuatro especies pertenecen a un tronco común que se empezó a dividir en distintas ramas hace siete millones de años; venimos de una especie de primate hominoide, no venimos de los micos.
La selección natural no busca un fin, no hace organismos perfectos. Los seres vivos estamos llenos de imperfecciones; si el lector quiere conocer las imperfecciones humanas, le recomiendo leer el libro Imperfecciones corporales. Una visión evolutiva.


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La evolución ocurre al azar y el nicho impone una selección sin plan, la ejerce sobre los individuos que lo ocupan. Si en los seres humanos ocurriera un proceso como el de la fotosíntesis, el hambre en el mundo terminaría, pues con agua, oxígeno y luz solar tendríamos suficiente para crecer y reproducirnos. Los seres vivos muestran adaptaciones extraordinarias a un entorno específico: microorganismos como la arquea Pylolobus fumarii crece a 106 grados centígrados y sobrevive incluso a 113 grados centígrados. Animales grandes como los osos polares resisten varios grados bajo cero sin incomodarse. No somos perfectos, y tampoco es ideal estar perfectamente adaptados a un específico entorno; podría volverse una desventaja, pues los entornos se modifican sin avisar, de un momento a otro.

La evolución sí puede explicar la existencia de órganos complejos. Los creacionistas dicen que no es así, y utilizan este argumento para defender la idea de que medio órgano sería inservible. Pero la evolución no desarrolla medio órgano. Se preguntan que de qué serviría medio ojo, y, claro, no sirve para nada, pero una célula fotosensible sí sirve de mucho. Un ojo rudimentario, como el del nautilo: dos pequeñas oquedades, con células fotosensibles en el fondo y un agujero al frente, que hace de ellas una “cámara oscura”, es mejor que la ceguera absoluta.

La evolución no explica el origen de la vida en la tierra; explica cómo cambian los seres vivos en el tiempo.
No todo es azar en la evolución. Aunque hay muchos factores de azar, en el proceso evolutivo existen mecanismos que no son aleatorios. Las mutaciones en el genoma pueden ocurrir por accidente, pero el agente selector selecciona aquellas variantes que son mejores para sobrevivir y reproducirse.
No tiene sentido declarar que los organismos se van volviendo “mejores” o peores con el paso del tiempo, excepto si se define un objetivo muy concreto; en ese caso podría evaluarse la cercanía o distancia a ese objetivo. Por lo regular se seleccionan las características que benefician la supervivencia o la reproducción de un individuo.

Un organismo no evoluciona, este es un error común en la comprensión de la evolución: es la especie la que evoluciona. El organismo no evoluciona: si es afortunado, nace con características que lo adaptan al ambiente mejor que la mayoría de sus compañeros de especie.

Los organismos más aptos no son los más grandes ni los más fuertes. Estar mejor adaptado significa tener mayor capacidad de pasar los propios genes a la siguiente generación. En circunstancias como la de vivir en una pequeña isla podría ser mejor ser pequeños que ser grandes, pues ante la carencia de abundante alimento, ser pequeños sería adaptativo.

No todos los rasgos de un organismo son adaptaciones. Algunos ocurren por azar o por resultado de otras adaptaciones. El color de la sangre, por ejemplo, es producto de su composición química. La química de la sangre es una adaptación, el color no lo es.

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